Pronunciamiento: La guerra y sus implicaciones en la salud mental – Colegio de Profesionales en Psicología de Costa Rica
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COLEGIO DE PROFESIONALES EN PSICOLOGÍA DE COSTA RICA

Pronunciamiento: La guerra y sus implicaciones en la salud mental

Fecha Publicación: 17/06/2024

Al igual que la violencia, en general, presenta una amplia o polivalente gama de manifestaciones, orígenes y motivaciones, los conflictos bélicos, que son una expresión colectiva extrema de las diversas manifestaciones de la violencia, constituyen en sí mismos acontecimientos de índole muy variada (guerras de conquista, guerras de liberación, conflictos territoriales, guerras civiles, conflictos interétnicos, conflictos religiosos, guerras de insurgencia, guerras comerciales, etc.). Estos responden e involucran a razones y motivaciones también de lo más diversas, que van desde el orden de lo racional-instrumental al de lo práctico-vital, pasando por modalidades afectivas, emocionales y simbólicas que, por lo general, anclan en necesidades existenciales tales como el apego, el arraigo, la pertenencia, la identidad, los marcos de orientación y devoción, etc. (Fromm, 2022; Tajfel & Turner, 2004). En esos contextos en los que los conflictos bélicos tienden a sobreimponerse prolongadamente en todas las esferas de la vida social, política, económica y cultural, hasta normativizar la confrontación como modo predominante de ser en el mundo, suele emerger un tipo particular de carácter social funcional a la dinámica conflictiva, por el que el odio y la destrucción se vuelven la forma normal de expresión de las personas.

Esa particularidad envolvente y prolongada del conflicto bélico puede causar que se ignore la manera diferencial en cómo se ven afectados grupos y personas: lo que para unos representa la inminencia del peligro de muerte, para otros supone la pérdida de seres queridos y, para otros más, la ruina. No faltan los que encuentran una oportunidad para ganarse la vida o enriquecerse, para vengarse o incluso aquellos para los que supone nuevos aires de solidaridad, reivindicación y esperanza de una nueva o mejor vida. La afectación dependerá de las peculiares experiencias o vivencias de cada grupo o individuo, condicionadas por su ubicación geográfica, social o generacional, su grado de participación en el conflicto y otras peculiaridades grupales e individuales (Fromm, 2022; Martín-Baró, 1990).

La salud mental, que más que una cuestión de índole exclusivamente individual resulta parte y consecuencia de las relaciones sociales, se pone en cuestión o riesgo cuando estas relaciones se caracterizan por la confrontación y la violencia en general, siendo los conflictos bélicos una condición extrema de confrontación y violencia en que la salud mental de la población, directa o indirectamente involucrada en el conflicto, se ve, por diversas circunstancias y demandas impuestas por el conflicto y sus vicisitudes, más comprometida. Estudios muestran que, en contextos de este tipo de confrontaciones, tiende a instaurarse un clima emocional de tensión, incertidumbre y temor, en el que las personas que han sido víctimas, o incluso solo expuestas a la confrontación y sus peligros, ciertos o imprecisos, inminentes o plausibles, muestran gran propensión a presentar síntomas del síndrome de estrés post traumático, particularmente evitación, ansiedad, depresión y otros asociados, como aislamiento social, inseguridad, pesimismo o desesperanza (Becker et al., 1998; Echeberrua et al., 1990).

Ampliamente documentados se encuentran los efectos traumáticos de las confrontaciones bélicas en los combatientes y sus familiares y los problemas que estos enfrentan luego para reinsertarse en la cotidianeidad de su vida privada y social. Entre ellos, destacan tanto aspectos psicosociales como de índole clínica; por ejemplo, dificultades en la comunicación y las relaciones interpersonales y mantener la congruencia en su mismidad individual, así como estados de profunda depresión, trastornos del sueño, trastornos de memoria, incapacidad de concentración, cambio continuo de actividad, sentimientos paranoides, trastornos sexuales e ideaciones e intentos de suicidio (Becker et al., 1998; Murillo, 1990).

A pesar de lo anterior, estos efectos traumáticos no se limitan al estrecho marco de los combatientes y sus familiares; también, alcanza a la población civil en general: la experiencia de incertidumbre, vulnerabilidad o indefensión, confusión, temor o pánico, asociadas a bombardeos, persecuciones, ejecuciones masivas, torturas, violaciones y desplazamientos, conllevan gran sufrimiento y comprometen seriamente la salud mental de la población, sobre todo en el caso de las mujeres, niños, niñas y personas adultas mayores. El desplazamiento forzoso y el exilio, por el desarraigo y las rupturas que conllevan, son en sí mismos acontecimientos muy traumáticos, pues replantean al individuo el problema de su propia identidad individual y social y, si se quiere, la incongruencia del sí mismo con las nuevas experiencias de vida (Murillo, 1990).

De particular preocupación, los niños han de desarrollarse, criarse o socializarse en la naturalización o normativización de la violencia, la irracionalidad y la polarización, circunstancias en las que resulta improbable su socialización en valores universales de sociabilidad, tolerancia, solidaridad, armonía y compasión; por lo contrario, tenderán a asumir como connatural el desprecio por la vida humana y la ley del más fuerte como criterio social, precipitándose así en una grave espiral viciosa que tenderá a perpetuar y ampliar el conflicto tanto objetiva como subjetivamente. Algunos estudios, informes de relatoría de la ONU y de prácticas clínicas, encuentran que los niños y las niñas, luego de haberse liberado de estos contextos conflictivos, tienden a mostrar frecuentemente sentimientos agudos de miedo, culpabilidad, aislamiento, depresión, negación y supresión de emociones. En muchos casos, la consecuencia más trágica de haber estado involucrados en estos conflictos es tener que haber pasado su infancia sin vivirla como tal, sin juegos, ilusiones, ni muestras de cariño (Frounfelker et al., s. f.).

Por consiguiente, visualizar los eventos traumáticos que se viven en conflictos bélicos es indispensable, pues el trauma se manifiesta en diferentes aspectos del individuo, mostrando emociones abrumadoras que interfieren con el procesamiento adecuado de información, además de los factores genéticos que pueden contribuir a la vulnerabilidad de las situaciones estresantes y a las características de personalidad que influyen en el riesgo de la persona de exponerse a situaciones potencialmente peligrosas (Jang et al., 2003). Lo anterior denota cómo un conflicto bélico genera consecuencias a través del tiempo, donde la cotidianeidad y su contexto se alteran.

Según van der Kolk (2014), el trauma no solo afecta a aquellos que están directamente expuestos a él, sino también a quienes los rodean y a las diferentes generaciones que viven el evento y no tienen respuestas claras. Aunado a ello, las teorías de desarrollo afirman que la exposición a la violencia en la infancia suele dificultar la consolidación de relaciones estables y de confianza en la edad adulta, evidenciando que las personas en edades de niñez y adolescencia que están inmersos en aspectos bélicos podrían tener mayor riesgo de establecer patrones cotidianos de estabilización, o bien, desencadenar algún trastorno de personalidad asociados a estrés post traumático.

Adicionalmente, la violencia y destrucción masivas exacerban y maximizan el efecto negativo que determinantes sociales, de por sí inherentes y probables en sociedades sin guerras, tienen sobre la salud psicológica de las poblaciones. Inevitablemente, las personas de cualquier edad se ven expuestas a múltiples situaciones adversas; la discriminación es parte del diario vivir, el acceso a la educación se ve coartado, las personas se ven expuestas a la pérdida de sus empleos y ven minada su productividad laboral, las desigualdades económicas y la pobreza son las constantes en un entorno sin oportunidades, la inseguridad alimentaria y la desnutrición amenazan la vida misma, aunado a la pérdida de viviendas, la desaparición de comunidades enteras y no contar con condiciones dignas habitacionales. No se deben olvidar las limitaciones o el nulo acceso a servicios esenciales de atención para la salud y, de existir, la preservación del bienestar físico es la mayor prioridad, dejando en segundo plano el mental (Compton & Shim, 2015).

Por tanto, romper la espiral de la violencia que supone este tipo de conflictos requerirá de una amplia intervención psico y sociopsicoterapéutica sobre combatientes, víctimas, sobrevivientes y el entorno comunitario e institucional, una reconstrucción de las vidas, familias y comunidades, desgarradas por el conflicto y sus secuelas, reducir el afán de venganza, la estereotipia, la intolerancia y el prejuicio, en unos y otros, y potenciar la despolarización estereotipante y la construcción de una cultura de paz. En un sentido amplio, deberá trabajarse para prevenir las causas y evitar la repetición de estos conflictos, haciendo lo posible por instaurar un nuevo marco para la convivencia, un “nuevo contrato social” que recoja la diversidad de visiones y potencie actitudes de respeto y tolerancia en la resolución de discrepancias y desanime el recurso a la violencia como modo positivo de resolución.

Comité Consultivo

Colegio de Profesionales en Psicología de Costa Rica

REFERENCIAS

  • Becker, D., Castillo, Mª I., Gomez E., Kovalskys, J. y Lira, E. 1990. Psicopatología y proceso psicoterapéutico de situaciones políticas traumáticas. En Psicología social de la guerra: trauma y terapia. Selección e Introducción de Ignacio Martín-Baró (pp. 46-56). San Salvador: UCA.
  • Compton, M., y Shim, R. (2015). The Social Determinants of Mental Health. Arlington, VA: American Psychiatric Publishing.
  • Echeberrua, E., Corral, P., y Amador P. J. (1998). Perfiles diferenciales del trastorno de estrés postraumatico en distintos tipos de victimas. Análisis y modificaciones de conducta, 24, 96, 527-555.
  • Frounfelker, R.-L., Nargis, I., Falcone, J., Farrar, J., Ra, Ch., Antonaccio, C., Enelamah, Ng., Betancourt, Th. (s.f.). La vida atravesada por la guerra: la salud mental de los niños y los jóvenes en zonas afectadas por conflictos. International Review of the Red Cross, N. 911.
  • Fromm, E. 2022. Anatomía de la destructividad humana. México: Siglo XXI.
  • Kerry L Jang, K., Stein, M., Taylor, S., Asmundson, G. y Livesley W. (2003). Exposure to traumatic events and experiences: aetiological relationships with personality function. Psychiatry Research, 120 (1), 61-69.
  • Martín-Baró, I. Guerra y salud mental. En Psicología social de la guerra: trauma y terapia. Selección e Introducción de Ignacio Martín-Baró (pp. 4-5). San Salvador: UCA.
  • Murillo Perdomo, Psicoterapia con víctimas de la tortura. En Psicología social de la guerra: trauma y terapia. Selección e Introducción de Ignacio Martín-Baró (pp. 56-61). San Salvador: UCA.
  • Punamaki, R-L. 1990. Una infancia a la sombra de la guerra. Estudio psicológico de las actitudes y vida emocional de los niños israelíes y palestinos. En Psicología social de la guerra: trauma y terapia. Selección e Introducción de Ignacio Martín-Baró (pp. 39-42). San Salvador: UCA.
  • Samayoa, J. 1990. Guerra y Deshumanización: una perspectiva psicosocial en relación a la guerra de El Salvador. En Psicología social de la guerra: trauma y terapia. Selección e Introducción de Ignacio Martín-Baró (pp. 5-9). San Salvador: UCA Editores.
  • Tajfel, H., & Turner, J. C. 2004. The Social Identity Theory of Intergroup Behavior. In J. T. Josth & J. Sidanius (Eds.), Political psychology: Key readings (pp. 276-293). Psichology Press. https://doi.org/10.4324/9780203505984-16
  • Van der Kolk, B. (2014). El cuerpo lleva la cuenta. Barcelona: Editorial Eleftheria.
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